miércoles, 29 de agosto de 2012

Las fronteras de Aleiea

Durante todo el verano, los creadores de T3P hemos continuado escribiendo la versión oficial del juego y realizando montones de sesiones de testeo (que esperamos continuar). Tenemos que agradecer la disposición y el ánimo que los jugadores escogidos han demostrado. Venimos comprobado que el juego no sólo entretiene, sino que provoca cierta adicción por mejorar y transformarse en un verdadero héroe. Para los creadores, esto significa que hemos cumplido otro objetivo.

También debemos agradecer la  infinita paciencia de nuestros jugadores. Todos aceptaron lanzarse a probar T3P a sabiendas de que podrían cambiar reglas y conceptos durante las partidas, pero aún así, siempre es un fastidio que "capen" algún aspecto del juego que beneficie a tu personaje. A todos vosotros, gracias.

Por ello, la entrada de hoy la dedico a Aleiea; ese mundo que va creciendo gracias a todos los que, de una manera u otra, os estáis involucrando en un proyecto tan ambicioso. Lo que vais a leer está sacado de la versión oficial del juego. Que lo disfrutéis.

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Aleiea es toda la tierra ubicada alrededor del mar de Basara, que sirve como ruta marítima de comercio para pergas, seritios y menérios. Al oeste, el mar se abre a una majestuosa inmensidad de agua. Más allá, según dicen, la tierra termina en un gigantesco precipicio que conduce a la nada. Algo parecido sucede con la extensión de tierra al este. Setia y Raddashay se han extendido todo lo que han podido en esa dirección, pero la tierra continúa, dando paso a un terreno agreste e inexplorado. 

Hacia el sur, más allá de las tierras de Méner y de lo que antaño fueron los dominios de Nuan Taii, Aleiea se transforma en un desierto intransitable. El terreno fértil va dando paso a las dunas, hasta que todo se transforma en un mar de arena, dorado e infinito. Sólo unos pocos se han atrevido a viajar a través de estas tierras, pues el intenso calor y la falta de alimento vencen hasta el ánimo más fuerte; sin embargo, algunas leyendas menérias cuentan que Setek, el dios del desierto, tiene su morada en el extremo sur del mundo. Observa la tierra desde una montaña de la que mana arena, que como una silenciosa plaga va extendiéndose hacia los dominios de los hombres.



Al norte, el bosque de Sálix va poco a poco perdiendo su frondosidad, para transformarse en un cementerio de árboles retorcidos y antiguos. Poco a poco, la misma tierra también cambia. Primero pierde consistencia y se transforma en un barro pestilente; pero luego se va cubriendo de nieve y volviéndose más escarpada. Al final, las brumas de Nifheim lo llenan todo. Es la tierra helada propiedad de los Jormungard, donde tienen su morada antiguos monstruos que se creían extintos. Aquí también viven los gigantes; poderosos humanoides de varios metros de altura, que atacan a cualquiera que cruce sus tierras. No se tiene recuerdo de nadie que haya tenido el valor de continuar más hacia el norte, pero se dice que tras muchas jornadas la nieve da paso a un mar perlado de icebergs y niebla, y que a lo lejos, si uno aguza la mirada lo suficiente, puede distinguirse una monumental columna recortando el cielo. Es el pilar de Jormungard, la monstruosa serpiente de la que salió la enloquecida raza que no hace otra cosa más que gritar su nombre.

Sin embargo, no hace falta marcharse lejos para hallar tierras peligrosas. Entre la frontera suroccidental de Setia y la nororiental de Méner se ubica una extensión conocida como el Yermo Rojo. Aparte de unos pocos nuan que han escapado de sus amos, nadie osa vivir allí. Las caravanas que han de cruzar esta tierra lo hacen a la mayor velocidad posible y, con frecuencia, parapetadas tras los escudos y las lanzas de mercenarios a sueldo. El Yermo puede parecer deshabitado… pero no lo está. En el viven las criaturas más temibles de Aleiea, dispuestas a abrir las entrañas de cualquier cosa que se mueva, pues, ¿acaso pensabas que el Yermo Rojo se llama así únicamente por el color de su tierra?



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